“Año de la unidad, la paz y el desarrollo”
“Año de la unidad, la paz y el desarrollo”
La publicación frustrada del libro El Odio, escrito por Luisgé Martín, en el que José Bretón relataba el asesinato de sus dos hijos, abrió un debate público que el actual anteproyecto de ley del Gobierno ha querido recoger y canalizar. La propuesta introduce una prohibición de publicar o difundir contenidos relacionados con un delito cuando puedan menoscabar la dignidad o causar daño psicológico a las víctimas. Ese debate, que trascendía lo legal, nos situó ante una disyuntiva compleja: ¿qué hacemos con el relato del crimen, con la voz del asesino y con el derecho de las víctimas a no seguir siendo violentadas por quien asesinó a sus hijos? En aquel momento la víctima visible era Ruth Ortiz, madre de los niños asesinados, expuesta a una revictimización permanente. Lo que para unos era libertad creativa, para otros era un acto más de violencia de género: un asesino repitiendo la misma lógica de venganza con la que mató cruelmente a sus hijos.
No hay semana fácil para el Gobierno en el Congreso. Después de dos años de legislatura, prácticamente cada sesión sigue planteándose como un examen a la salud del Ejecutivo, que ha arrancado el curso encajando derrotas significativas. El pleno de la Cámara baja volverá a medir su fortaleza la próxima semana con los socios divididos en el debate de otras dos normas fundamentales para la coalición: el decreto sobre el embargo de armas a Israel y la ley de movilidad sostenible, de la que depende un paquete de 10.000 millones de euros de los fondos europeos, según el Ministerio de Transportes. PSOE y Sumar no tienen aún los apoyos garantizados para que ninguna de ellas salga adelante y, como casi siempre, al previsible rechazo de PP y Vox se unen las reticencias de Podemos y Junts, lo que obliga a buscar otros aliados.
La Audiencia Provincial de Murcia ha comenzado esta semana el juicio contra siete altos cargos del Gobierno murciano durante la era del popular Ramón Luis Valcárcel, entre ellos, sus consejeros de Urbanismo y de Medio Ambiente, que supuestamente promovieron un pelotazo urbanístico para construir 10.000 viviendas y dos campos de golf junto al Mar Menor, en terrenos protegidos medioambientalmente. El caso Novo Carthago llega a los tribunales casi 20 años después de que se modificaran planes de ordenación para dar luz verde a ese proyecto, que nunca llegó a iniciarse debido a la presión social y al estallido de la burbuja inmobiliaria.
Este próximo 15 de octubre se cumplen siete años del asesinato en 2018 del guardia civil José Manuel Arcos Sánchez por los disparos de un delincuente a quien dio el alto aquella madrugada. El asesino, Juan Antonio Moyano, alias Kiki, fue detenido y juzgado dos años después. Se declaró culpable de homicidio y cumple 22 años de prisión. Aquella sentencia penal incluía una indemnización a la esposa y dos hijos del agente por valor de 335.000 euros que debía pagar Kiki, pero solo pudieron encontrarle 120 euros y se declaró insolvente. Tras la negativa del Ministerio del Interior a asumir ese pago y por sentencia judicial, la familia ha conseguido que el Estado tenga que abonarle la indemnización que el asesino no puede.
Un cardiólogo ha denunciado que fue reprendido por su superior en el Hospital 12 de Octubre por haber visto a un paciente que se quejó en un programa de la Cadena Ser porque llevaba un año y medio en la lista de espera y no había recibido atención. “Vi a un paciente por humanidad, por ética profesional. Él se fue feliz y el jefe me lo reprocha”, ha dicho a EL PAÍS. Los hechos ocurrieron a principios del 2020, cuando el profesional trabajaba en la unidad de cardiología de ese hospital. Su caso forma parte del proceso por presunto acoso laboral a 18 cardiólogos en el Hospital Universitario 12 de Octubre, que el martes concluyó la fase de alegatos en el Juzgado de lo Contencioso Administrativo de Madrid y ha quedado listo para sentencia.
La ola, casi tsunami, de Taylor Swift avanza imparable. Sus ansiosos fans, sus agotados detractores o todos esos para los que pasa sin pena ni gloria se van a cansar de verla por todas partes durante esta semana, especialmente en Estados Unidos. Porque la artista de Pensilvania va a ser omnipresente, ubicua, perenne en redes, plataformas musicales, cines y programas de entretenimiento durante toda la semana. Por lo menos.
En la imagen final de la primera temporada de Looking, serie de la HBO sobre la moderna vida gay de San Francisco, el protagonista se mete en la cama junto al amante al que no sabe si debe dejar y, mientras lo decide, alcanza el portátil y pulsa play. Lo que escuchamos a continuación son los chistes encadenados de un episodio cualquiera de Las chicas de oro. El muchacho sonríe, como quien regresa de un tormentoso viaje lejos del hogar, y al fundido a negro lo acompaña la sintonía de la hoy clásica comedia.
Sensores de la presión, motores supersónicos, conexión con la IA, pantallas digitales, diseños futuristas o vibraciones sónicas... Cualquiera pensaría que en lugar de estar eligiendo un cepillo de dientes estamos ante un simulador de vuelo. Con modelos que llegan a los 400 euros y todo tipo de cabezales, cerdas, materiales y tecnologías, vivimos un momento de hiperespecialización que ha convertido la higiene dental diaria en un importante negocio. Solo el mercado de los cepillos eléctricos prevé rozar los cuatro mil millones de dólares para 2027, según datos de Impactful Market Research y al humilde cepillo en una joya futurista.
El paso de la borrasca Gabrielle ha provocado en los últimos días lluvias torrenciales en distintas zonas del litoral mediterráneo. La vida cotidiana se ha colapsado en múltiples puntos de las tres provincias de la Comunidad Valenciana, Tarragona, Ibiza y Formentera, con clases suspendidas, calles y torrenteras anegadas, desalojos, rescates... En casi 40 municipios valencianos las lluvias superaron los 100 litros por metro cuadrado, con marcas por encima de los 200, mientras Ibiza ha batido su récord de precipitaciones desde 1952. No existen dos catástrofes comparables, pero cuando se acerca el aniversario de la trágica dana que causó en Valencia 229 muertos, es inevitable comparar la respuesta a las mismas. Esta vez, los daños personales son infinitamente menores —dos heridos en Ibiza—, al igual que los materiales, porque, además lógicamente de las diferencias entre ambos temporales, ha funcionado todo lo que entonces no lo hizo.
Desde el nacimiento de la ONU, Estados Unidos, uno de sus cofundadores, fue positivo hacia ella. La llegada de Donald Trump al poder en 2017 alteró la ecuación. Ya un año antes fue patente su animadversión hacia la ONU: “Las Naciones Unidas no son amigas de la democracia ni de la libertad. Tampoco de Estados Unidos y desde luego no de Israel”. Sonaron ya entonces las primeras alarmas: “Somos testigos del mayor embate presidencial contra el Derecho Internacional y las instituciones internacionales en la historia de los Estados Unidos”, alertó el jurista Jack Goldsmith.
Una parte de la derecha española se muestra ya más preocupada por frenar a Vox que por desalojar a Pedro Sánchez de La Moncloa. Algunas encuestas apuntaban hace semanas a que el Partido Popular podría haberse estancado frente un Santiago Abascal demoscópicamente pujante. El objetivo de Alberto Núñez Feijóo parece pasar ahora por arrebatarle a la ultraderecha todas las banderas posibles, aglutinándolas —o desguazándolas— bajo el paraguas de los populares.
Hace casi 30 años, el letrista de la banda Grateful Dead, un ranchero, hippy y exmormón que había fundado una organización para la defensa de los derechos digitales, escribió un texto que comenzaba así: “Gobiernos del Mundo Industrial, vosotros, cansados gigantes de carne y acero, vengo del Ciberespacio, el nuevo hogar de la Mente. En nombre del futuro, os pido en el pasado que nos dejéis en paz. No sois bienvenidos entre nosotros. No ejercéis ninguna soberanía sobre el lugar donde nos reunimos”. Era la Declaración de Independencia del Ciberespacio de John Perry Barlow, un manifiesto que influiría terriblemente en la cultura digital y que venía a decir que a él no le mandaba nadie en internet. Como Rosalía de Castro en 1858 (“yo, sin embargo, soy libre, libre como los pájaros, como las brisas; como los árboles en el desierto y el pirata en la mar [...] Cuando los señores de la tierra me amenazan con una mirada, o quieren marcar mi frente con una mancha de oprobio, yo me río como ellos se ríen y hago, en apariencia, mi iniquidad más grande que su iniquidad”), pero en versión digital. Perry Barlow falleció en 2018, y para entonces muchos habitantes del ciberespacio sospechábamos que su idea, más que ingenua o utópica, era siniestramente similar al discurso tecnolibertario. Silicon Valley, recordemos, había nacido de la contracultura californiana y sus contradicciones.
Sigue siendo el fútbol la mejor demostración de que los fantasmas existen, también fuera de Galicia, donde el capitalismo ha comenzado a corromper algunas certezas de la tradición oral para convertirlas en estampados de camisetas y leyendas de tazón. No es necesario tragarse los bochornos televisados de Iker Jiménez, ni sacar del trastero la vieja ouija de madera profanada por los cercos de un vaso mojado: basta con echar a rodar el balón en un derbi madrileño para que los viejos espectros de sábanas arrugadas y cadenas oxidadas se citen con los vivos, un espectáculo donde lo invisible se entremezcla con lo palpable, donde la fe y el miedo todavía conservan la capacidad de convertir cada córner en un acto de brujería.
En el fútbol las mujeres estamos claramente infrarrepresentadas, tanto en puestos de dirección como técnicos, pero existe una ausencia todavía más extendida y clamorosa: la de la discapacidad. Ni en empleabilidad, ni en accesibilidad a los estadios, se da a este segmento de población el espacio que merece. El 16% de la población mundial tiene algún tipo de discapacidad, según datos de la OMS, y, sin embargo, solo el 1% del aforo de los estadios españoles es accesible. ¿Por qué el 1%? Porque es lo que marca la normativa. Este dato ilustra cómo el fútbol, al igual que tantos otros sectores, enfoca su relación con la discapacidad desde la Responsabilidad Social Corporativa, cuando en realidad representa una gran oportunidad para crecer como industria.
La escritora italiana Dacia Maraini, de 88 años, lleva toda la vida escribiendo historias, pero una de las mejores la escondía dentro de ella, porque se resistía a contarla, solo lo había hecho de pasada. Durante la Segunda Guerra Mundial, su familia vivía en Japón y con siete años fue internada en un campo de concentración, en el que pasó dos años. Sus padres, convocados por las autoridades de Tokio en septiembre de 1943, se negaron a firmar su adhesión a la República de Salò, la última versión del régimen de Mussolini en el norte de Italia, y lo pagaron con la prisión. Maraini lo cuenta todo en Vida Mía. Memorias de una niña en un campo de concentración japonés, que acaba de publicar en España la editorial Altamarea con traducción de Raquel Olcoz.
La última vez que el No-Do proyectó la imagen de Francisco Franco en vida, lo mostró, con la mano temblorosa y pronunciando un discurso delirante, en el balcón del Palacio Real en Madrid. Ante él la multitud que lo aclamaba. Era el 1 de octubre de 1975. Hace medio siglo. Aquella manifestación de adhesión se había organizado como respuesta a la campaña internacional contra la dictadura tras los fusilamientos de cinco militantes antifranquistas. En 1975 Franco apenas había aparecido en aquellos noticiarios que se proyectaban en los cines porque no se quería mostrar su decadencia, pero eso no significa que un equipo del No-Do, como siempre, no lo siguiese filmándole en actos públicos, políticos y privados. La serie de RTVE Los archivos secretos del No-Do, que ha sido líder de audiencia en alguna de sus emisiones, concluyó anoche con un capítulo que mostró imágenes inéditas de su último veraneo. Son interesantes, pero ya no servían para la propaganda oficial.
Por las vicisitudes del circo, la biografía de Leo Bassi (Nueva York, EE UU, 73 años) podría abarcar varias vidas. Se ha codeado con personajes históricos, ha trabajado en multitud de países, su humor le ha valido intentos de asesinato y lidera una religión propia, el patolicismo, que venera a los patos de goma desde su sede en el barrio de Lavapiés, en Madrid. Resulta lógico que lo terrenal se le quede corto. “No soy la misma persona desde que vi una foto del telescopio espacial James Webb”, asegura, no sin angustia. “En los espacios que nos parecen negros entre las estrellas, hay miles de galaxias como la nuestra. Estamos en una galaxia de clase media baja, ni siquiera cerca del centro. Seríamos Parla”.
Los educadores sociales están por todas partes, pero se sienten olvidados por todos. Hay educadores sociales en escuelas e institutos, en centros sanitarios, en bibliotecas, en centros de menores, en residencias de mayores, en prisiones y en muchas otras instituciones. Pero estos profesionales creen que su función no está suficientemente reconocida —ni simbólicamente, ni mucho menos salarialmente—, y que solo se habla de ellos cuando pasa algo grave, como el reciente caso de pederastia de una niña que sufrió abusos mientras estaba dentro del sistema de protección a la infancia. El Colegio de Educadores Sociales de Cataluña (CEESC) ha lanzado un grito de alerta ante un sistema que está demasiado atomizado —más del 60% de servicios públicos están externalizados, y hay hasta 35 convenios que regulan las condiciones laborales—, muy precarizado —con salarios bajos y con mucha diferencia entre los trabajadores de las entidades y los que emplea la propia Administración— y en el que las situaciones de violencia de los usuarios contra los educadores se han “normalizado”.
Embriagados por la euforia que les produjo hallarse en poder de la llave que abre y cierra la mayoría en el Congreso de los Diputados, los negociadores de Junts y ERC creyeron en su momento, hace dos años, que a cambio de darle al PSOE la mayoría parlamentaria para gobernar podían pedirle todo lo que les interesaba obtener. Ambos partidos catalanes creyeron que, si los socialistas estaban en el gobierno, harían todo lo necesario para cumplir lo pactado. A ello se comprometió el propio Pedro Sánchez, aunque en realidad no todo lo que asumió dependía únicamente de su voluntad política.
Una de las primeras decisiones de Donald Trump tras su regreso a la Casa Blanca fue el desmantelamiento de su agencia de desarrollo (USAID), una catástrofe para cientos de millones de personas en el Sur Global. A renglón seguido, otros grandes donantes europeos —entre ellos Alemania o el Reino Unido— han emprendido drásticos recortes sobre su presupuesto de ayuda, añadiendo aún más presión para los más necesitados. Todo eso quedó patente en la reciente cumbre de la ONU en Sevilla, en la que se constató una dura realidad: habrá que hacer lo mismo con menos. En ese contexto, el director gerente sénior de Políticas de Desarrollo y Alianzas del Banco Mundial, Axel van Trotsenburg, avisa de los riesgos de este repliegue sobre unos objetivos para 2030 que, a menos de un lustro vista, siguen más que lejanos. Se resiste, sin embargo, al pesimismo.