“Año de la unidad, la paz y el desarrollo”
“Año de la unidad, la paz y el desarrollo”
Lo que da miedo, da miedo. El terror es un género universal que se alimenta de oscuridad, silencios y crujidos, de un rico acervo cultural y del subconsciente de cada cual para provocar su máximo logro: el grito, el salto. Y si en 1992 La mano que mece la cuna, protagonizada por la terrible niñera Peyton que encarnaba Rebecca de Mornay, conseguía ponerle los pelos de punta hasta a Herodes, una historia similar no tenía por qué quedarse atrás ahora, en 2025, 33 años después. Bajo esa premisa, Disney ha pensado, ¿por qué no repetir? Y así lo ha hecho.
Dominic LeBlanc, ministro responsable de las relaciones comerciales entre Canada y Estados Unidos, señalaba a principios de esta semana que se estaban dando pasos considerables para alcanzar un acuerdo que ponga fin a la guerra arancelaria entre ambos países. Sin embargo, el anuncio hecho por Donald Trump la noche del jueves sobre la ruptura de las negociaciones en protesta por un video publicitario, ha significado un balde de agua fría para los canadienses.
El apagón del 28 de abril nos dejó sin algo más que luz. También se llevó un consenso alcanzado hace ya años. La luz volvió, pero hay algunos sectores políticos y económicos que han aprovechado lo ocurrido para reabrir un debate sobre la supuesta necesidad de alargar la vida de las centrales nucleares españolas. Con la clausura de Almaraz prevista para noviembre de 2027, se ha intensificado una campaña que pretende romper ese consenso –incluso de las propias eléctricas– sobre la conveniencia de un cierre escalonado hacia un sistema 100% renovable. El último ejemplo fue un artículo en este diario, firmado por un exministro socialista y expresidente de Red Eléctrica, Jordi Sevilla, que pedía retrasar la agenda nuclear sin aportar evidencias
España ha creado 564.100 empleos en los últimos doce meses, según indican los datos de la Encuesta de Población Activa del tercer trimestre. Es un incremento vigoroso, del 2,58%, superior al que se registró en el ejercicio precedente (1,76%). De esos cientos de miles de nuevos empleos, la aportación por sectores es muy desigual. En esta ocasión lidera la lista una actividad de condiciones laborales mejores al promedio, la industria manufacturera, que suma 123.000 nuevos empleos, el 22% del total. En el otro extremo de la tabla se encuentra la actividad con peores retribuciones de la economía, el empleo en el hogar, que se deja 52.900 puestos en los últimos 12 meses.
Dolía escuchar a Steve Bannon decir, en una entrevista con The Economist publicada este jueves, que los europeos somos un protectorado. Dolía porque hay en ello parte de verdad.
Lo que tradicionalmente se ha entendido como una buena noticia, parece no serlo tanto de un tiempo a esta parte. Un ascenso siempre se ha visto como un gran paso a celebrar en la carrera profesional. Sin embargo, cada vez son más los españoles que se plantean hasta qué punto les compensa ser jefes. “Más de la mitad de nuestros encuestados, alrededor de un 60%, está dispuesto a renunciar a un ascenso si eso compromete su equilibrio entre vida personal y laboral”, afirma Domènec Gilabert, director general de las oficinas de PageGroup en Cataluña, quien asegura que es la cifra más alta desde que comenzaron a hacer esta encuesta en 2022. En la misma, que lleva por título Talent Trends 25, se pregunta a 50.000 profesionales a nivel global, 2.500 de ellos españoles.
Renegar del pasado reciente (la época tardomedieval y el gótico) y apostar por un retorno a la Antigüedad clásica (Grecia y Roma) —y todo ello con el único objetivo de una nueva modernidad— fue una vasta misión a la que se arriesgaron los renacentistas del Quattrocento. Un momento, aquel del siglo XV italiano, extraño en la historia del hombre, extraño por contradictorio, por complejo, por genial. Hace ya más de cuatro décadas que el profesor, ensayista, novelista y poeta Rafael Argullol (Barcelona, 76 años) retrató en El Quattrocento. Arte y cultura del Renacimiento italiano la aventura de aquellas mentes pensantes y hacientes cuyo epicentro se llamó Florencia, la Florencia de los Médici. Fue la época de los Donatello, Brunelleschi, Verrocchio, Masaccio, Botticelli, Della Francesca…, por supuesto Leonardo como colofón y Rafael y Miguel Ángel como genial epílogo. Herederos todos ellos de los viejos maestros Cimabue, Duccio y Giotto y de las ideas y las letras de Dante y Petrarca.
El mundo recuerda a Víktor Yúshchenko (Joruzhivka, Sumi, 71 años) por el convulso 2004. Todavía pueden identificarse en su rostro las cicatrices que le dejó el envenenamiento que sufrió en las elecciones presidenciales de aquel año. Cientos de miles de personas tomaron por primera vez la plaza de Maidán de Kiev, en la Revolución Naranja, para protestar contra el amaño electoral que dio la victoria al prorruso Víktor Yanukóvich. Los comicios se repitieron y Yúshchenko fue elegido como el primer presidente de Ucrania que apostaba sin ambages por romper con Rusia.
Las guerras son siempre nido de paradojas, pero las de la invasión rusa de Ucrania son particularmente grandes. La Unión Europea cortó amarras con el petróleo procedente de Moscú a finales de 2022, medio año después del inicio de la ofensiva, con un veto de las compras propias que secundó el resto de miembros del G-7. Un par de meses antes, en septiembre, el Gobierno alemán tomó el control de las refinerías del coloso ruso Rosneft —sancionadasan por la Administración estadounidense el miércoles— en el país, con una nacionalización de facto. Pasos lógicos, ambos, para elevar la presión sobre el agresor, harto dependiente de las exportaciones de crudo y gas.
La política debería ser la búsqueda de la normalidad, pero la política posmoderna es un manojo de nervios, una historia de aceleración, de vértigo, de violencia, un estado de excepción permanente en el que reinan un puñado de autócratas, encabezados por Donald Trump, que se afirman en medio del caos patrocinado por las plataformas tecnológicas. Los autócratas, además, son como los enanos del cuento de Monterroso: se reconocen en cuanto se ven. Vladímir Putin encarna una Rusia patriótica, cristiana, ortodoxa, marcial, carnívora, heterosexual y machista, y acusa a Europa de articular un proyecto decadente, posnacional, multicultural, vegetariano, pacifista, pro LGTBI y que acoge musulmanes. La historia de amor entre Trump y Putin, y la historia de desamor entre Trump y Bruselas, son fáciles de entender con esos argumentos en forma de bate de béisbol.
Alassane Ouattara, actual presidente de Costa de Marfil, parte como gran favorito en las elecciones presidenciales que se celebran este sábado en su país. La exclusión de la carrera presidencial de sus dos principales rivales, Laurent Gbagbo y Tidjane Thiam, así como el enorme peso e influencia del partido en el poder frente a una oposición dividida, son los dos factores más importantes que despejan el camino para la reelección de Ouattara, de 83 años, quien llegó al poder en 2011 y opta a un cuarto mandato, pese a la existencia de un límite legal de dos. Algunos episodios de tensión preelectoral han calentado el ambiente, pero muy lejos aún de la violencia vivida durante los comicios de 2020.
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Los amigos, y los colegas en el Consejo Europeo, están para eso. Friedrich Merz le ha hecho un favor a su colega Pedro Sánchez al responder esta semana positivamente a la petición española para “abrir un diálogo” sobre la oficialidad de la lengua catalana en la UE. La estabilidad del Gobierno español podía depender de este asunto. Merz, pese a haber mantenido hasta ahora un nein bastante rotundo al catalán, lo sabía. Y entendió que, en estas circunstancias, una señal positiva desde Berlín podía ayudar a su homólogo.
El Ministerio de Trabajo ha comunicado esta semana a los agentes sociales los detalles de su propuesta de alargar el permiso por fallecimiento del cónyuge, pareja de hecho o parientes hasta el segundo grado de consanguinidad. Este pasaría de dos días (ampliables a cuatro en caso de desplazamiento) a 10, distribuibles en un periodo de cuatro semanas a partir de la muerte o la entrega de los restos. Igualmente se proponen permisos adicionales en caso de familiares en cuidados paliativos o que vayan a someterse a un proceso de eutanasia.
Ay, amigos. Solíamos creer que la sanidad pública era un gran factor de cohesión y, la educación, un potente ascensor social en el que bastaba apretar el botón: el nivel 1 te llevaba a la escuela; el 2, al instituto o la FP; el 3 te dejaba directo en la universidad y, el 4, en el infinito y más allá, allá donde te pusiera tu valía. Ambos pilares —sanidad y educación— sostenían el Estado de derecho y un sueño de igualdad que funcionó durante décadas en España. Podíamos nacer en Villaverde o Moncloa (Madrid), en Las Tres Mil Viviendas de Sevilla o en El Sardinero de Santander, pero, si venían mal dadas, todos nos íbamos a encontrar ante el mismo oncólogo. Mientras, nuestros hijos educados en la escuela y en la universidad públicas podían aspirar al mismo desarrollo profesional que los ricos de cole privado.
El Gobierno andaluz (PP) ha eludido explicar la razón de los graves fallos en el cribado de cáncer de mama durante 27 días desde que saltó la polémica. Y sigue sin hacerlo. Pero responsables del programa de detección precoz y las administrativas encargadas de avisar a las pacientes afectadas con diagnóstico dudoso, por fin arrojan luz al problema: algunos altos cargos dieron la orden en 2022 de no avisar más a esas mujeres por teléfono o por carta, ya que se haría de manera automática por el nuevo sistema informático. Pero no se hizo. En paralelo, se desactivaron algunas comisiones de seguimiento donde los expertos compartían información relevante durante al menos dos décadas, y donde se podía haber dado la voz de alerta.
Dentro de Junts per Catalunya conviven corrientes políticas distintas que han dado lugar a corrillos autónomos y a grupos de WhatsApp interno a gusto del usuario. Los hay más identificados con el pragmatismo que perfeccionó Convergència, pactando a conveniencia con PSOE y PP, y otros alientan el bombo y platillo discursivo que puso banda sonora al procés independentista. Pero, cualquier debate queda supeditado a la figura de Carles Puigdemont y a las instrucciones que mande el líder e ideólogo del partido. El expresidente catalán ha convocado este domingo en Perpiñán (sur de Francia) al núcleo de la dirección de la formación, y el lunes al resto de cargos de la ejecutiva, para comunicar que conviene dar un giro a la relación que hay que tener con el Gobierno de ahora en adelante. Sobre la mesa, abandonar las reuniones con el PSOE en Suiza y forzar el aislamiento del Ejecutivo en el Congreso de los Diputados.
Junts está en la hora de decidir en qué consiste el cambio que demanda al Gobierno de Pedro Sánchez para este momento de la legislatura pero los demás grupos de la mayoría de investidura del Congreso no le acompañan aún en esa estrategia de “tensar la cuerda” al límite. No están ahí ERC, ni Podemos ni el PNV, expresamente, ni otros aliados como BNG o EH Bildu. Los socios habituales del Gobierno entienden que Junts fuerce así la máquina y reclame que se cumplan todos sus acuerdos. Esos partidos no han mantenido contactos con Junts sobre esa posición.