“Año de la unidad, la paz y el desarrollo”
“Año de la unidad, la paz y el desarrollo”
“Nada ha cambiado, pero todo es distinto medio siglo después”, musita Juan José Escribá, de 76 años, mientras otea las dunas desde un todoterreno camino de la frontera norte del Sáhara Occidental. En 1975, este jubilado valenciano cumplía el servicio militar obligatorio tras haber concluido los estudios de Economía. “No supimos lo que estaba pasando hasta que nos ordenaron evacuar el territorio”, rememora poco antes de que se cumpla este jueves el 50º aniversario de la Marcha Verde, la masiva movilización humana con la que Marruecos forzó la salida de España de su última colonia norteafricana. Va camino de encontrarse en Tarfaya (100 kilómetros al norte de El Aaaiún, capital saharaui) con Mohamed Zuita, de 73 años, un enfermero llegado desde Marraquech para sumarse a la Marcha Verde. “No teníamos miedo. Nos dijeron que atravesáramos la frontera porque los militares españoles se habían replegado”, recuerda, ya retirado de su profesión, una vez en Tarfaya, desde donde partió una marea de más de 350.000 marroquíes por orden de su entonces rey, Hasán II, en dirección a la cercana línea fronteriza del Sáhara.
De una manera u otra, la sombra del pasado siempre acecha en Rumania. En esta ocasión ha sido un himno con tinte fascista interpretado por un coro infantil en la recién inaugurada catedral de la Salvación del Pueblo de Bucarest, el templo ortodoxo más grande del mundo, lo que ha desatado una tormenta de críticas al recordar el régimen de Ion Antonescu, fiel aliado de la Alemania nazi de Adolf Hitler hasta 1944 y quien, pese a perpetrar su propio Holocausto contra judíos y gitanos, es recordado por parte del nacionalismo patrio por la supuesta época de progreso bajo su mando.
Los ejecutivos con visión de futuro suelen soñar con liberar el valor oculto mediante la desintegración de conglomerados poco flexibles. La esperanza es que los inversores puedan evaluar mejor los diferentes negocios una vez que se hayan separado. Associated British Foods (ABF) podría ser la próxima en poner a prueba esa teoría, ya que el martes anunció que está considerando separar su minorista de moda rápida, Primark, de su división alimentaria. Aunque la medida tiene sentido, es poco probable que suponga una gran recompensa para los accionistas.
La carestía de la vivienda es el principal y más apremiante problema de España. Cualquier iniciativa ambiciosa que sirva para impulsar el debate y llegar a políticas útiles sobre este asunto debe ser bienvenida. Ese es el principal valor de la proposición de ley de los Comunes presentada en el Parlamento de Cataluña. Sustancialmente, plantea que en las zonas declaradas de mercado residencial tensionado los ayuntamientos puedan, con condiciones, limitar la compra de pisos o de edificios residenciales, con el objetivo de evitar la especulación. La proposición se inspira en un reciente estudio jurídico encargado por un organismo oficial barcelonés que defiende el encaje constitucional de limitar, tanto a nivel estatal como autonómico y municipal, la adquisición de pisos. Sería una medida urgente y excepcional, limitada en el tiempo y restringida a determinados requisitos —por ejemplo, solo se podría comprar una vivienda para que sea la residencia habitual del comprador durante al menos un lustro—.
Tengo 17 años y, aunque todavía vivo con mis padres, ya empiezo a pensar en el futuro. Me preocupa ver que en este país los jóvenes apenas pueden independizarse. Los precios de los pisos son imposibles y los sueldos no acompañan. Parece que tener una casa propia se ha convertido en un lujo. Nuestros padres pudieron empezar una vida a los 20 y pocos; nosotros ni siquiera sabemos si podremos irnos de casa antes de los 30. Y no es por falta de ganas o esfuerzo, sino porque el sistema no lo pone fácil. Si queremos que los jóvenes podamos construir un futuro aquí, hacen falta políticas reales: más vivienda asequible, ayudas efectivas y oportunidades laborales dignas. No pedimos privilegios, solo una oportunidad de empezar.
Las grandes batallas del pasado capturan inevitablemente nuestra atención por su dramatismo, ya sea por la gloria de los vencedores o la tragedia de los vencidos. Tras la victoria llega la paz, y parece que es en esos momentos donde la historia resuelve la encrucijada abierta por la guerra, donde los acontecimientos fijan su curso y ciertas alternativas quedan descartadas. La historiadora Lauren Benton sostiene en Lo llamaron paz que esta no es necesariamente la mejor manera de entender la violencia en la historia.
Lo llamaron pazLauren Benton Traducción de Efrén del Valle Crítica, 2025 344 páginas, 22,90 eurosNuevo golpe para Carlos Mazón. La jueza Nuria Ruiz Tobarra, magistrada de Catarroja que instruye el juicio sobre la dana, ha pedido este martes la citación como testigo de seis altos cargos del núcleo duro del Gobierno del president valenciano (ahora en funciones) para conocer qué conversaciones telefónicas mantuvieron tanto con Mazón como con la exconsejera de Emergencias, Salomé Pradas, imputada en el proceso durante las inundaciones provocadas por la dana y que causó la muerte de 229 personas.
Dos días después de la dimisión de Carlos Mazón como presidente de la Generalitat valenciana, el PP no tiene todavía un candidato a sucederle. La situación carece de precedentes en el PP: cuando Francisco Camps dimitió como presidente de la Generalitat en 2011 por su imputación en la causa de los trajes, el PP tardó solo tres horas en elegir a su sustituto.
Cuando anuncia una política agresiva, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, suele ofrecer alguna justificación grotesca —una ficción sin sentido que se supone que debe quedar grabada en nuestras mentes como fundamento de la violencia. Cuanto más nos traguemos estas mentiras ahora, más difícil nos resultará cuestionar futuras falsedades, porque eso pondría en tela de juicio nuestra visión de nosotros mismos como seres inteligentes.
Juan Carlos I aprovecha sus memorias para ofrecer por vez primera su versión sobre el golpe de Estado del 23 de febrero de 1981 y el papel que jugó aquella noche, que ha sido objeto de múltiples especulaciones y controversias. “No tengo nada que ocultar”, proclama. Lo primero que hace es negar que perdiera la confianza en Adolfo Suárez y que este hecho precipitase su dimisión como presidente del Gobierno en enero de aquel mismo año. “Se ha pretendido que yo había tomado distancias con él. Nada más falso. Él conservaba mi confianza, mi reconocimiento y mi sincera amistad. Pero mi papel estaba entonces limitado por la Constitución, una distancia institucional de mi parte era entonces de rigor”, alega para explicar la frialdad entre ambos. El Rey revela que Suárez le anticipó su decisión de dimitir en uno de sus despachos habituales. “No es necesario ni obligatorio que dimitas”, asegura que le dijo. A lo que este le respondió: “He tomado mi decisión y no me volveré atrás”.
Cuatro años después de que la fundación de Amancio Ortega, impulsor de Zara, anunciara la donación a Galicia, Andalucía, Canarias, Madrid, Cataluña, Comunidad Valenciana y País Vasco de 10 de las máquinas más avanzadas del planeta para combatir el cáncer, valoradas en 280 millones de euros, ninguna está funcionando. Galicia, según la Xunta, se convertirá en el último trimestre de 2026 en el primer territorio que trata a pacientes con este acelerador de protones en la sanidad pública. Ya en 2027 está previsto que le sigan Madrid y Comunidad Valenciana, según los cálculos de la fundación, que incluye en ese calendario a Santiago de Compostela. Para que todas las máquinas estén activas habrá que esperar, previsiblemente, hasta 2029. Para entonces se habrá cumplido casi una década desde el anuncio de la operación. La mezcla entre la alta complejidad técnica del proyecto, y la burocracia que lo acompaña, tiene una consecuencia: la sanidad privada viene recibiendo millones cada año por atender a los pacientes de la pública, como demuestra que Madrid esté licitando ahora mismo un contrato que valora este servicio en una media de 1,9 millones anuales durante un máximo de tres años.
La agenda ambiental ganó peso en el poder blando de Brasil, en la proyección internacional del mayor país amazónico, a medida que su selección de fútbol perdía brillo. Por eso, cuando el presidente Luiz Inácio Lula da Silva ganó las elecciones, en 2022, su primer viaje fue a la cumbre del clima de la ONU en Egipto para proclamar que Brasil volvía la primera línea de la batalla por el medio ambiente. Se empeñó en acoger una cumbre climática y hacerlo por primera vez en la Amazonia, pese a la pesadilla logística que supone. El día ha llegado. Desde este jueves y durante dos semanas largas, la ciudad de Belém, en la cuenca del río Amazonas, será la sede del debate mundial para combatir el calentamiento global.
El escritor mexicano Gonzalo Celorio, Premio Cervantes 2025, usa en sus memorias una sentencia que, cuenta, Montaigne escribió en las vigas de lo que él ha llamado el retiro ebúrneo del filósofo francés: “Disfruta del presente, lo demás no te incumbe”. El versículo adaptado del Eclesiastés bien podría definir lo que Celorio (Ciudad de México, 1948) ha llamado como la búsqueda de un carpe diem “invernal”, es decir, el aprovechamiento del presente con la llegada de la vejez. “Es poco el tiempo que nos queda para disfrutar la vida”, afirma en Ese montón de espejos rotos (Tusquets editores), su libro de memorias recién publicado y que coincide con la concesión del Cervantes.
Escribió Luis Buñuel en sus notas sobre la realización de Un perro andaluz que las imágenes de la película no tenían ningún sentido racional: “Son tan misteriosas e inexplicables para el autor como para el espectador. NADA en el film SIMBOLIZA NADA”. Aquel guion lo redactó Buñuel junto a Dalí en 1929 siguiendo el método surrealista de la escritura automática: cada uno de ellos iba lanzando ideas, y si al otro le gustaban las incorporan al libreto sin cuestionar su coherencia o significado. Lo que no ha impedido que esta sea una de las películas de la historia del cine que con más frecuencia se ha sometido a todo tipo de análisis, para disgusto de su propio autor: Buñuel, amante declarado del misterio en el arte y en la vida, se resistía furiosamente a las interpretaciones sobre su obra.
La taquilla pasa por un brete complicado. Pese a la cantidad de propuestas cinematográficas en septiembre y octubre, no solo la cartelera no remonta, sino que cae en picado. Pocas películas parecen captar la atención del público masivo. Por suerte, noviembre ha comenzado con la fiesta del cine (aunque muy tibia en resultados), y seguirá con alguna película familiar como único salvavidas de la cartelera, más allá de algunos estrenos de Netflix que pasan fugazmente por las salas.
La casa de Gran Hermano 20, edición que estrena Telecinco este jueves, es más grande que nunca. Mucho más grande. Techos muy altos, cien metros de cristalera que recibe luz natural, un jacuzzi interior, una cocina varias veces más amplia de lo habitual, falsos patios de luces que dan sensación de mayor amplitud, con un diseño colorido pero acogedor. El concepto de este año es como vivir en un hotel de lujo en el que no te importaría pasarte días enteros sin salir de él. La intención es que los concursantes se encuentren lo más cómodos posible para que no se sientan extraños y sus conversaciones fluyan sin que ni siquiera el resto de compañeros puedan escucharlos. Y así las tramas se disparen.
Un musulmán neoyorquino autoproclamado “socialista democrático” se convirtió el martes en el rostro de la esperanza para los millones de ciudadanos en Estados Unidos que necesitaban recuperar la confianza en su país ante la exhibición de autoritarismo de Donald Trump. El inmigrante naturalizado Zohran Mamdani, de 34 años y desconocido por la mayoría de los habitantes de Nueva York hace solo un año, ganó las elecciones a la alcaldía con una enorme diferencia de nueve puntos sobre su principal rival, el exgobernador Andrew Cuomo, heredero de una dinastía política de medio siglo y representante del establishment demócrata de la ciudad. La irritación de Trump con Mamdani le llevó incluso a pedir el voto para Cuomo y a insultar a los votantes. La respuesta masiva es una bofetada en el orgullo del presidente, que es un notable de la ciudad, y una muestra del efecto tóxico de sus formas.
De todas las supuestas y sensacionales revelaciones de la autobiografía del rey Juan Carlos, solo una me ha hecho izar una ceja. No es el hecho de que admirara y apreciara al dictador Franco. Ni que sostenga con todo su real aplomo que fue él y solo él quien, tras la muerte del tirano, trajo personalmente la democracia a España. Ni que piense que su heredero, Felipe VI, es un ingrato por no reconocer solemnemente todo lo que le debe a Su Majestad su padre. No. Todo eso estaba claro para cualquiera que, además de tener ojos y oídos, supiera leer entre líneas sus gestos y sus discursos. Lo que me tiene patidifusa es que el Emérito tenga los santos atributos de referirse públicamente a su aún esposa desde hace 63 años como “Sofi”, como la llamaba en la intimidad, igual que ella le llamaba “Juanito”, y que, después de medio siglo de infidelidades y humillaciones, pregone que la reina Sofía es la mujer de su vida y le reproche no haber ido a verle a su exilio de Abu Dabi por no enfadar a su hijo. Ahí está la clave de los cientos de páginas del tocho. Ese pasaje no es uno más de la edulcorada autobiografía de un personaje histórico, sino un autorretrato al ácido úrico de un hombre machista y pasivo agresivo, y de un monarca tan acostumbrado a que sus deseos fueran órdenes dentro y fuera de palacio, que aún no le cabe en la testa que ya no se obedezcan.