“Año de la unidad, la paz y el desarrollo”
“Año de la unidad, la paz y el desarrollo”
“Arde Gaza”, celebra Israel Katz, ministro de Defensa israelí, al lanzarse la operación que su Gobierno ha diseñado para la toma de Ciudad de Gaza. “Seiscientos mil palestinos morirán calcinados”, habría que aclarar, porque según sus propias estimaciones, este es el número de personas que permanece en la ciudad tras el ultimátum de evacuación dado hace una semana.
Como es habitual en las conversaciones a distancia (Israel impide la entrada libre a la prensa extranjera desde el inicio de la invasión) con gazatíes, el intercambio de mensajes con Rami Abu Jamous, periodista en la capital de la Franja, comienza con una pregunta y una respuesta:
La Comisión Europea busca fórmulas para elevar aún más la presión sobre Rusia por su guerra contra Ucrania. Dentro del abanico de medidas, para apuntalar las sanciones contra el Kremlin y su órbita, Bruselas sondea ahora restringir aún más los visados turísticos a ciudadanos rusos, que en el último año se han incrementado, sobre todo en países como Francia, Italia y España, según explican fuentes comunitarias. El Ejecutivo comunitario ultima una propuesta a los 27 Estados miembros de la Unión Europea, que tienen las competencias en materia de visados. El objetivo es armonizar las reglas para emitir estos permisos con nuevas directrices y endurecerlas. Ese debate ha coincidido estos días con las trabas registradas en diferentes consulados europeos en Moscú que impedían completar las solicitudes, entre ellos el español, alegando problemas técnicos.
Francia tiene un Gobierno en funciones. Otra vez. El Ejecutivo, en un momento delicadísimo para el país, dentro y fuera de sus fronteras, se encarga solo de los asuntos corrientes. Pero el nuevo primero ministro, Sébastien Lecornu, no tiene prisa. Recibió el encargo de recabar los apoyos suficientes de los partidos para lograr a aprobar un presupuesto antes de formar ningún Gobierno. Establecer consultas antes de volver a despachar con Emmanuel Macron. A eso dedica la semana, en la que otra amenaza de parálisis sobrevuela el país con la huelga de este jueves, convocada y apoyada esta vez por los sindicatos, mientras anuncia ya medidas como eliminar los privilegios de los ex primeros ministros o desistir de la idea de suprimir dos días de fiesta del calendario para contentar a los socialistas, pieza clave para su supervivencia.
Los fabricantes de automóviles chinos compiten por desarrollar de forma interna semiconductores para la conducción inteligente. Es un camino arriesgado, pero incluso la remota posibilidad de obtener enormes beneficios puede resultar demasiado tentadora como para ignorarla.
La “desconexión tecnológica” de la industria militar de Israel, decidida por el Gobierno en respuesta al exterminio de la población palestina de Gaza, ha supuesto un quebradero de cabeza para el Ministerio de Defensa. La simbiosis entre la tecnología militar occidental y la israelí es tan profunda que sus componentes se encuentran en productos que no son originalmente israelíes y su sustitución puede demorar años algunos importantes programas.
La última y más autorizada definición legal de la barbarie que Israel está perpetrando en Gaza es la de la Comisión Internacional Independiente de Investigación de la ONU sobre los Territorios Palestinos Ocupados. Reconoce la comisión del delito de genocidio por parte de Israel y da por probada la existencia de intencionalidad, indispensable para su tipificación. Además de conminar a Israel para que cese la ofensiva, acabe con el cerco del hambre, levante el asedio y asegure la ayuda humanitaria, medidas que ya fueron impuestas cautelarmente por el Tribunal Internacional de Justicia y han sido ignoradas, urge también a que Israel cumpla sus obligaciones legales internacionales y al castigo de los responsables. Solo faltaría ya que un tribunal autorizado tipifique la matanza perpetrada por Israel en Gaza como genocidio y luego condene a sus autores, que no pueden ser otros que los actuales gobernantes, encabezados por el primer ministro Benjamín Netanyahu.
Resulta curioso que quienes más esperanzados están con la técnica menos confían en la democracia. Al grupo de los autoritarios conocidos se añaden ahora tecnólogos de alta reputación. ¿Hay alguna razón que explique el hecho de que quienes formulan las promesas tecnológicas más audaces sean quienes menos creen en las promesas democráticas de la conversación igualitaria y la soberanía popular? ¿Existe alguna conexión entre el autoritarismo digital y el pesimismo respecto de la condición humana? En mi opinión, el nexo conceptual entre ambas disposiciones se encuentra en el modo como los tecnófilos conciben la relación de los seres humanos con el futuro.
Desde la detención del presunto asesino de Charlie Kirk y las noticias sobre las alcantarillas digitales en las que se expresaba políticamente, me estoy volviendo tarumba con ensayos y artículos que explican las culturas juveniles de extrema derecha en Estados Unidos (alt right). He aprendido a distinguir a un groyper de uno de Turning Point, y qué es la manosfera; he entendido que el dibujito de Pepe the Frog es, en algunos foros, como 4chan o Reddit, un símbolo de odio equivalente a una esvástica, y cómo el Ku Klux Klan recluta a miembros entre los incels. Los sociólogos, politólogos y reporteros que hacen espeleología por esos desagües dicen que los activistas recurren a la ironía para eludir las acusaciones de racismo y violencia, pero también para volverse incomprensibles entre los adultos. Usan jerga de la cultura gamer y se comunican mediante alusiones a videojuegos y dibujos animados.
Se ha muerto Robert Redford. Se marcha un auténtico gigante cinematográfico del siglo XX. Se marcha con él una forma de vivir, una ilusión, una fascinación. Heredero de la figura del héroe vulnerable que fundó Gary Cooper, Redford acrecentó una masculinidad que se construía a base de sonrisas, de cabello rubio ondeando al viento y de seducciones melancólicas. Fue, para decirlo en la lengua de hoy, una belleza no binaria. Quemaba corazones de hombres y mujeres. Puede que la belleza y la seducción sean en sí mismas no binarias, pero eso ya lo sabían los griegos.
Algo tan prosaico como el pelo fue decisivo en la carrera de Robert Redford. Su flequillo rubio, lacio y desordenado, resumía el secreto de su atractivo. Cuando en Tal como éramos, la película de 1973 de Sydney Pollack, Barbra Streisand le apartaba con sus afiladas manos los mechones rubios que le caían sobre los ojos, ardía la pantalla. El fuego de Redford, fallecido en su casa de Utah a los 89 años, era intenso, pero, de forma paradójica, también seguro. El actor representó como pocos un tipo de masculinidad sexy y reservada, alérgica a la vanidad. Bastaba con apartar aquel flequillo rubio de guapo californiano para encontrar lo que de verdad importa: un hombre de una pieza.
Havana, de Sydney Pollack. Se estrenó en 1990. El personaje de Robert Redford llega a Cuba en diciembre de 1958, con los barbudos de Sierra Maestra acercándose a la capital. Redford interpreta a un jugador de póker que busca la partida de su vida en la ciudad del juego y el vicio de la dictadura de Batista. Se enamora fatalmente de una revolucionaria casada, a la que suelta: “¿Quieres cambiar el mundo? Cambia el mío”.
“¡Por favor, hombres, protegednos!”. Es el ruego que dirige a la multitud Ada Lluch, una joven de Tortosa (Tarragona) de 25 años que el sábado se convirtió en representante de España en la masiva manifestación de la extrema derecha nacionalista en las calles de Londres, con unos 110.000 asistentes. Activista de las causas antiwoke y contra el Islam, defensora de que la dictadura franquista era preferible a la actual democracia, Lluch dio en el acto del sábado el salto a una posición de gran visibilidad política. Hasta entonces, su repercusión se debía sobre todo a las redes sociales, donde como tantos otros influencers en su órbita ideológica ofrece abundante testimonio de unas convicciones alineadas con las que mantiene Donald Trump en Estados Unidos, donde residió entre 2023 y 2024, y Santiago Abascal en España. No obstante, hay algo que distingue a Lluch de la mayoría de sus pares españoles: ella sí ha coincidido con Trump y se ha fotografiado al menos dos veces con él, según aparece en sus cuentas en redes sociales.
Mientras el calentamiento se acelera y golpea nuestra vida —España acaba de padecer el verano más cálido desde que hay registros y la factura de los eventos extremos estivales para Europa será milmillonaria—, en Bruselas se pisa el freno en la lucha contra el cambio climático. De hecho, la Unión Europea no va a llegar a tiempo para presentar su nuevo plan climático ante Naciones Unidas la semana que viene, como había pedido este organismo internacional a los países firmantes del Acuerdo de París. En su lugar, se llevará una declaración de intenciones debido a la imposibilidad hasta ahora de pactar un objetivo de recorte de emisiones para 2035 entre las instituciones comunitarias.
Hay superproducciones que se estrellan antes de llegar a las pantallas, y joyas independientes que se hacen gigantes gracias al boca oreja. Mi hermosa lavandería (1985), que ahora cumple 40 años, es un ejemplo extremo de esta segunda categoría: al principio ni siquiera aspiraba a llegar a los cines y, sin embargo, se convirtió en un éxito internacional y en presencia ineludible de las listas de mejores películas del cine británico, además de catapultar las trayectorias de buena parte de sus artífices. Todo ello, con una historia aparentemente conflictiva, llena de crítica social, de dardos al clasismo inglés y con píldoras queer.
En Mujeres en la cima del mundo. Lo que piensan las mujeres mientras practican sexo (Roca Editorial, 2022) la escritora Lucy-Anne Holmes recoge 51 testimonios en primera persona de mujeres de todo el mundo. “A menudo, durante el sexo, me preocupaba si estaba haciendo algo mal o si estaba haciéndolo bien, pero casi nunca parecía haber diferencia entre una cosa y la otra”, asegura en el libro una mujer llamada Melodie. “Cuando practico sexo, intento disociar el acto y mi trauma del pasado, y eso dificulta las cosas”, confiesa por su parte Audrey, que fue abusada sexualmente a los cinco años. Holmes indica que La Organización Mundial de la Salud apunta a que casi un tercio de todas las mujeres y niñas sufren violencia física o sexual durante su vida, algo que queda patente en algunos de los testimonios que recoge. “Es palpable cuando conocemos a mujeres que intentan tener relaciones y enfrentarse a su placer sexual a la sombra de este trauma”, dice a Stylist.
Los boomers, esa generación nacida durante el baby boom de finales de los 50 y los 60, tienen varios mitos compartidos: se esforzaron mucho para comprarse un piso, dieron sus hijos la mejor educación, algunos dicen que corrieron delante de los grises. En cambio, les cuesta más reconocer que en su época era más sencillo comprar una casa y que se beneficiaron de trabajos para toda la vida que ahora son casi unicornios. Así lo ve la periodista Analía Plaza (Madrid, 36 años), que publica La vida cañón (Temas de hoy), un ensayo que disecciona a la parte del colectivo que ha superado los 55 años [nacidos de 1957 a 1970] y cómo influye en el turismo, las pensiones, la vivienda o la situación de los millennials.
Es muy importante que lo entiendan. Donald Trump no es solo un hombre perverso con un enorme poder atómico de destrucción a un botón de distancia. Sus acciones muestran que está dispuesto a acelerar el calentamiento global, el mismo que provocó las inundaciones de Valencia en 2024 y los devastadores incendios en España y Portugal este verano. Estados Unidos ha sido históricamente el mayor emisor de los gases que calientan el planeta y ahora es el segundo, solo superado por China. Pero China, con todas las salvedades que se pueden y se deben hacer, avanza hacia una transición energética mientras Trump ha abandonado las negociaciones mundiales sobre el clima, boicotea la COP30, que se celebrará en Belém en noviembre, combate las energías renovables e invierte en la producción de combustibles fósiles. Y más: el consejero delegado de Estados Unidos utiliza los aranceles como arma para presionar a otros países a reducir las inversiones en la transición energética y consumir más petróleo, carbón y gas, responsables de más del 75% de las emisiones de los gases que producen nuestra extinción.
Sucedió en Macondo que el mundo era tan reciente que habían de señalar las cosas con los dedos, y eso explica que nos hagan falta los nombres, con los que parece que seamos objetivos y asépticos si a las mesas las llamamos mesas y a los coches, coches; aunque esas son convenciones que aceptamos ya de niños para que la vida nos parezca finita y abordable: del tamaño de un diccionario. El nombre que usamos para mencionar el mundo implica nuestro modo de señalar las cosas con los dedos.
La izquierda que está a la izquierda de la izquierda coincide a veces peligrosamente con la derecha que está a la derecha de la derecha. Leyéndolos y escuchándolos —a los políticos que llevan la voz cantante y también a quienes, gratis o cobrando, le hacen el juego en los medios y las redes sociales— se llega a la conclusión de que el verdadero objetivo de la política ultra es que salte todo por los aires, lo que no funciona, pero también lo que funciona. Esto, que no tendría demasiada importancia en tiempos tranquilos, se convierte en un peligro real cuando la izquierda moderada navega con un salvavidas prestado y la derecha que se considera razonable deja de serlo con tal de recuperar el poder lo antes posible y a cualquier precio. Y así estamos, aprovechando cualquier cosa que suceda en el mundo, incluso la tragedia retransmitida en directo de miles de personas indefensas huyendo de sus casas bajo el fuego israelí. Todo vale con tal de ajustarnos nuestras cuentas miserables.