“Año de la unidad, la paz y el desarrollo”
“Año de la unidad, la paz y el desarrollo”
Un micrófono abierto dejó oír hace unas semanas al presidente chino, Xi Jinping, y al ruso, Vladimir Putin, fantaseando con vivir hasta los 150 años. Pero no son los únicos. Un montón de millonarios, en las redes sociales, y desde Madrid (donde se acaban de celebrar las jornadas Transvision 2025), hasta Silicon Valley, quieren romper con ese decreto universal que dice que la muerte, al final, a todos iguala, a los ricos y a los pobres.
Realiza:Con información de:Daniel Mediavilla y Enrique Alpañés
Presenta:Diseño de sonido:Nicolás Tsabertidis
Edición:Ana Ribera
Coordina:Dirige Hoy en EL PAÍSSintonía:Jorge Magaz
Chicago está en el punto de mira del presidente de Estados Unidos, Donald Trump. Y la principal razón es que el alcalde de Chicago, Brandon Johnson, elegido en 2023, está en las antípodas de lo que Trump considera idóneo para gobernar: un dirigente de raza negra, demócrata y sindicalista, que ha convertido a la capital de Illinois en un “santuario” para los inmigrantes indocumentados. Sin olvidar que Barack Obama, el presidente demócrata anterior al primer mandato de Trump, salió de una ciudad que siempre se ha considerado como feudo del partido rival de los republicanos.
La localidad egipcia de Sharm el Sheij acoge desde este lunes las conversaciones indirectas entre Israel y Hamás para acordar los detalles de ese apenas 10% del plan para Gaza del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, que —según su secretario de Estado, Marco Rubio— falta por cerrar. Todo avanza muy rápido, simbólicamente en la víspera del segundo aniversario del ataque de Hamás que dio pie a la invasión israelí y que se cumple el martes. La Casa Blanca y el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, aprietan a Hamás para que acepte sin reservas el texto que ellos remendaron y presentaron juntos en Washington. Y, sobre todo, para que entregue ya de una tacada a los últimos 48 rehenes (la mayoría, sin vida) a los que retiene, su única baza negociadora.
“Explosiones, explosiones, solo quiero oír explosiones. Y mirar hacia allí y solo ver el mar”. Nadav Hazen tiene 24 años, es de la localidad israelí de Sderot, a menos de dos kilómetros de Gaza, y cuenta que acude todos los días al mirador del municipio —“mi perro se ha quedado sordo de los bombardeos”, ilustra— para ver desde lo alto cómo progresa la invasión israelí de la Franja, que este martes cumple dos años. “Hay que acabar con todo eso”, dice señalando al minúsculo enclave palestino. “Yo quiero que haya un hotel y un casino. Y vivir allí”.
La pasión nacionalista lo puede todo. Hasta negar la evidencia. Ahora resulta que el ascenso de Vox y Aliança Catalana nada tiene que ver con el fracaso del proceso independentista, sino con la represión sufrida por quienes lo protagonizaron y por la traición de los catalanes que aplaudieron el discurso del rey y apoyaron la suspensión de la autonomía con la aplicación del artículo 155 de la Constitución. Ideas de este tenor siguen siendo expresadas con todo desparpajo por gurús ‘indepes’ de notable protagonismo antes, durante y después del ‘gran disparate’ de 2017.
Ser padre es levantarte a las seis de la mañana para ir a recoger a tu hija que vuelve de viaje. Es prepararle el desayuno mientras deshacéis la maleta en los 30 minutos que tiene antes de irse a trabajar. Es ir a comer con ella en su hora de descanso. Es acompañar a tu hijo a no sé dónde a comprar no sé qué. Es estar ahí cuando lo necesitan. Ser padre es que tu hijo te llame para ver cuánto tardas en llegar a casa para traerte la cena por si no has cenado. Es que tu hija te llame para ver qué tal has pasado el día en el trabajo. Es que estén ahí cuando los necesitas. Ser padre es una carretera de dos sentidos en la que todos vamos en la misma dirección. ¿Es fácil? Para nada. ¿Es bonito? Lo mejor que te puede pasar. ¿Es divertido? Como la mejor comedia. ¿Es triste? Como el mejor drama de Hollywood (solo a veces).
No es solo el retroceso en las urnas, o en las encuestas. Lo que le pasa a la izquierda moderada, o reformista, o socialdemócrata, o laborista, es más profundo. Aunque los análisis suelen centrarse en cómo el banzado derechista de la era Trump impacta en la derecha tradicional, Andrea Donofrio, profesor de Historia del Pensamiento Político de la Universidad Complutense, recalca que las fuerzas progresistas históricas en Occidente también se están viendo empujadas a una “crisis de identidad generalizada”. Mientras partidos de referencia en este ámbito como el Demócrata en EE UU, el Laborista en Reino Unido o el SPD en Alemania han abierto conflictivos procesos de reflexión, el debate llega atenuado al PSOE.
Una ola de descontento, rebeldía y frustración ha sacudido la aparente estabilidad de Marruecos. Desde hace más de una semana, ciudades como Rabat, Casablanca, Tetuán o Tánger son el escenario de protestas callejeras de jóvenes. Las manifestaciones pacíficas derivaron durante varias noches en actos violentos. Tres jóvenes han muerto. Las protestas están lideradas por el colectivo GenZ 212. Este grupo, que toma su nombre de la llamada generación Z y del prefijo telefónico marroquí, ha puesto voz a una juventud que ha dicho “basta” a un modelo económico que le condena a la exclusión social. El 55% de los menores marroquíes de 30 años quieren emigrar.
Los insultos sólo hacen verdadero daño cuando el enemigo tiene razón. Vamos a pensarlo. Como las ambiciones económicas cultivan el descrédito de la política para tener las manos libres en sus negocios, conviene que la conciencia política reflexione sobre las dinámicas que procuran infectar su prestigio. Una muy peligrosa es el sectarismo. Resulta peligroso en la teoría y muy dañino en la práctica, hasta el punto de convertirse en un arma de degeneración individual. Creerse en posesión de la verdad y considerar que el otro es un enemigo hace inviable el respeto a las diferencias que caracteriza las relaciones sociales. Más que convivir, se trata de habitar el infierno con el insulto en la boca.
Ya tengo pensado el caprichito que incluiré en mi próxima carta a los Reyes Magos. Voy a pedir una granja de bots. Son monísimas, fáciles de manejar y puedes llevarlas a todas partes como el maletín de la señorita Pepis, la otra fantasía navideña de las niñas de mi generación. Para alimentar la apetencia por este nuevo objeto de culto, conviene primero desterrar la imagen que teníamos de estas máquinas de generar actividad falsa en las redes sociales. Durante años creímos que las granjas de bots y de trolls se escondían en oscuras oficinas. Como las de aquel edificio de San Petersburgo que en 2016 se hizo famoso en todo el mundo porque, según la prensa occidental, fue allí donde Putin montó un chiringuito de desinformación con el que interferir en la campaña electoral americana que acabó con la victoria de Trump. Decenas de chavales se sacaron un dinerillo publicando lo que se les ordenaba en un perfecto inglés estadounidense y siempre desde cuentas de X o grupos de Facebook inventados para la ocasión.
Una guapísima sirena está llamando a los editores de nuestro tiempo. Una sirena que les susurra: ven a mí, soy Inteligente, soy Artificial, soy muy sexy, nunca me quejaré, crearé libros sin que necesites autores y no les tendrás que soportar más. Los traduciré sin que necesites traductores. Los editaré, los ilustraré, los maquetaré y promocionaré sin costes de personas porque lo haré todo. Y lo haré en pocos segundos.
El PSOE recorta distancias con el PP, primera fuerza en las últimas elecciones generales, celebradas en julio de 2023. El barómetro del instituto 40dB. para EL PAÍS y la Cadena SER muestra una subida en estimación de voto para los socialistas de casi dos puntos respecto al mes anterior, lo que sitúa al partido de Pedro Sánchez a solo 1,1 puntos (29,4%) de la formación liderada por Alberto Núñez Feijóo (30,5%). Es la diferencia más baja desde los comicios. Por bloques, sin embargo, la derecha y la extrema derecha mantienen una amplia ventaja sobre la izquierda.
La ciudadanía española parece mucho menos dividida que los partidos políticos respecto a la guerra de Gaza, según la encuesta específica realizada por el instituto 40dB. para EL PAÍS y la Cadena SER. La mayoría de la población (56,7%) la describe como un “genocidio” y menos de un 11% considera que se trata de una “respuesta militar legítima” tras los atentados de Hamás que acabaron con la vida de casi 1.200 personas el 7 de octubre de 2023. También son mayoritarios los partidarios de la solución de los dos Estados (57,5%), del ofrecimiento de ayuda humanitaria (77,2%), del despliegue de tropas de paz (66,7%), de la imposición de sanciones (65,2%) y del embargo de armas a Israel (58,7%). La llamada flotilla de la libertad,y las propuestas para que España no participe en Eurovisión o en competiciones deportivas si también lo hace Israel cuentan con más apoyos —aunque por debajo de las medidas anteriores— que oposición.
Contando con la situación militar sobre el terreno y situados en el marco político definido por la propuesta de Trump para Gaza, claramente sesgada a favor de Israel, ¿cabía esperar algo distinto a su aparente aceptación por parte de Hamás?
Si alguno de ustedes sigue habitualmente el programa La Noche en 24 horas sabrá que todas las semanas le dedicamos un amplio espacio a la historia de nuestro país. Creo que se me puede definir en ese sentido como un friki. Desde niño he devorado libros de historia, la única asignatura que nunca he dejado para septiembre, algo que en mi muy discreto currículum académico es sin duda meritorio.
La farmacéutica estadounidense Bristol Myers Squibb (BMS) lanzó el pasado día 22 un anuncio sin precedentes en el complejo, pero hasta ahora previsible, mercado mundial de los medicamentos. La compañía comunicó que venderá en el Reino Unido una nueva terapia para la esquizofrenia, Cobenfy, al mismo precio que en Estados Unidos (unos 1.600 euros mensuales). La noticia no solo rompe una práctica vigente en el sector desde hace décadas —los precios son mucho más altos en EE UU, donde las compañias tienen libertad total para fijarlos—, sino que incluye un aviso para las autoridades británicas si no acceden a pagar más. “Estamos preparados para tomar la difícil decisión de retirarnos si no se reconoce mejor el valor que el tratamiento aporta a los pacientes”, responde un portavoz de BMS.
Hace un año Gisèle Pelicot se enfrentaba por primera vez en un tribunal a 50 hombres desconocidos acusados de haberla violado mientras estaba inconsciente, drogada por su marido, Dominique Pelicot, que los reclutaba a través de una web y también participaba en los actos. El 19 de diciembre, en una sentencia histórica en Francia, los 51 fueron condenados a penas de entre tres y 20 años por haberla violado o agredido sexualmente. Gisèle Pelicot, que durante el proceso se convirtió en un icono mundial, vuelve este lunes a un tribunal para enfrentarse esta vez a un único acusado, que recurrió el fallo.
El encuentro es un viernes en horario laborable en uno de los nuevos hotelazos de superlujo de Madrid, el Mandarin Oriental Ritz. Los interesados comienzan a entrar a las 10.00 en una sala con alfombra gruesa y paredes cubiertas de madera: un chico bangladesí con una camiseta del Real Madrid, un joven español que trabaja para un fondo de inversión pero también hace sus compras personales o una rusa con tacones afincada en la capital española que llama a Dubái “su segunda casa”. Suena música techno y se sirven café y pastelitos. Se forman corros en los que pronto queda claro que Madrid se le ha quedado pequeño a estos inversores. Se habla de que Polonia es un buen sitio para comprar porque “va como un tiro”, pero al poco se acercan los "brokers" (agentes inmobiliarios) para poner orden en esta partida de Monopoly. Aquí toca hablar de Dubái.