“Año de la unidad, la paz y el desarrollo”
“Año de la unidad, la paz y el desarrollo”
Lisboa ha amanecido este jueves aún conmocionada por la tragedia vivida este miércoles, al descarrilar un funicular que provocó la muerte de 15 personas y heridas a una veintena, entre ellas dos personas de nacionalidad española, que ya han recibido el alta hospitalaria. Entre los fallecidos se encuentra el guardafrenos del funicular, André Jorge Gonçalves Marques. El suceso ha llevado al Ayuntamiento de Lisboa a suspender el servicio de funiculares históricos, que es una de las grandes atracciones turísticas de la ciudad.
Septiembre siempre es una época de cambios, nuevos comienzos y, sobre todo, compras muy necesarias: desde el material escolar, hasta el nuevo escritorio de la habitación, pasando por la ropa deportiva básica para el gimnasio o, incluso, en la inversión de equipamiento para el hogar —como electrodomésticos— o en dispositivos personales tan imprescindibles como el portátil o el smartphone. En Samsung.com son muy conscientes de ello. Por eso mismo, vienen pisando fuerte este comienzo de mes con una promoción exclusiva denominada Desinteresados. Gracias a ella, cualquier usuario podrá financiar la compra del producto deseado financiándolo hasta en 36 meses. ¡Y sin intereses!
Desde el champú de cebolla de Nuggela & Sulé hasta champús con cafeína, existen múltiples tratamientos anticaída del cabello. Con la llegada de septiembre, los cambios estacionales pueden acentuar la pérdida de pelo, y aquellos que noten que este año es más intensa de lo habitual, un sérum anticaída puede ayudar a controlarlo y convertirse en el mejor aliado.
Volver a la rutina en septiembre no es solo volver a trabajar o volver a ir a clase. La vuelta a la rutina implica recuperar hábitos y costumbres que eran el día a día hace solamente un par de meses, pero que hoy están tan olvidados y se ven tan lejanos que parece que hace años desde la última vez que eran parte de tu rutina. Si no te acuerdas de la última vez que te pusiste tu reloj inteligente o de que tus auriculares inalámbricos se estropearon en mayo, llega el momento de hacer una lista de todo lo que necesitas renovar y aprovechar los descuentos para hacerte con esos accesorios que te hacen falta o que tienes ilusión de renovar, sin necesidad de gastarte una gran cantidad de dinero.
Los asistentes de la Arthur Ashe se preguntan nada más cerrarse el primer turno nocturno si esto tal vez sea un regreso, o bien algo pasajero; si esa tenista que ha recuperado la precisión y la pegada durante estos días va en serio y tal vez pueda retroceder hacia ese imponente pasado no tan lejano, cuando apareció en Nueva York, triunfó, lloró y se llevó un gran imperio por delante; si la estrechez entre un compromiso y otro —este mismo jueves saltará a la pista otra vez, tan solo veinticuatro horas después de haber resuelto el acceso a las semifinales— será demasiada para ella, ya desacostumbrada a recorridos de estas características; y, sobre todo, los aficionados se plantean si Naomi Osaka será capaz de ganar otro Grand Slam. ¿Realidad o ilusión?
ANISIMOVA SE REHACE ANTE SWIATEKHay un dato que debería inquietar a Anisimova, puesto que siempre que alcanzó las semifinales, Osaka prevaleció sobre la rival. En todo caso, en favor de la norteamericana (6-4 y 6-3 a Swiatek) juega el programa del torneo, que le impedirá pensar de más. No hay tiempo: hoy mismo, tras el Sabalenka-Pegula (1.00, Movistar+), volverá a saltar a la pista central.
“Hoy salí sin miedo. Y eso es lo que aprendí allí [en Londres, el 12 de julio, cuando encajó un doble 6-0 ante Swiatek]. Entonces me sentí muy mal, pero después pensé que solo era un partido de tenis. Esa es mi mentalidad”, afirmó la novena del mundo, que hasta ahora no había conseguido ir más allá de la tercera ronda en Nueva York.
Al otro lado de la red, eliminada y, por tanto, descabalgada además de la pelea por el número uno que defiende Aryna Sabalenka, Swiatek se marchó de muy malas pulgas y en la sala de conferencias reprochó a un reportero su pregunta. Él le planteó si sería una buena idea hacer una pausa, dado el desgaste acumulado, a lo que ella reaccionó mal.
— Habla con los responsables de hacer el calendario. ¿Lo necesitas tú?”.
— ¿Perdón?
— Parece que necesitas un descanso.
— Así es, lo necesito.
— Entonces, ¿qué estás haciendo aquí?
— Tengo que estar hasta el final del torneo.
— Buena suerte…
A Javier Milei debe haberle quedado claro que estaba en territorio hostil. El cierre de campaña por las elecciones legislativas en la poderosa provincia de Buenos Aires, bastión electoral del peronismo, fue ante un público sin emoción que no llegó a ocupar siquiera la mitad de la cancha de fútbol del club Villa Ángela, ubicado en Moreno, 20 kilómetros al oeste de la Casa Rosada. Milei cumplió con la escenografía habitual, pero apenas pudo encender a su gente: subió al escenario al grito de “soy el león”, arengó, se agitó, insultó y, sobre todo, exhortó a los suyos a que “vayan a votar” este domingo para enterrar, de una vez y para siempre, al kirchnerismo que gobierna el distrito.
El Gobierno de Donald Trump puede un día lanzar un misil sobre una lancha procedente de Venezuela y matar a sus 11 tripulantes; y al siguiente, afirmar públicamente desde el corazón del Ejecutivo de México —diana habitual de sus amenazas— que va a haber más ataques de este tipo. Esto mientras su secretario de Estado, Marco Rubio, celebra, con el canciller mexicano al lado, “la cooperación histórica” que han alcanzado con la Administración de Claudia Sheinbaum. Cada uno de estos actos encajan en la narrativa que Trump ha impuesto en la región, reducida a una premisa básica para el mandatario: sea en forma de aranceles o disparos, el bastón de mando lo sigue teniendo él.
En otros casos, quizás, las señales pueden no ser tan claras, admite Friederike Otto, climatóloga alemana del Imperial College de Londres. Pero en la oleada de incendios de este agosto en el noroeste de la Península, que ha batido récords, esta investigadora está “realmente segura” de la vinculación del “cambio climático” causado por el ser humano con esta tragedia. Esto se debe, entre otras razones, a que la región mediterránea es un “punto caliente” de esta crisis con un “aumento muy fuerte de las temperaturas”.
Preocupación entre los fabricantes de material fotovoltaico español por los nuevos aranceles aplicados por la Administración Trump sobre sus productos. La incertidumbre generada sobre estas compañías ha llevado a la Unión Española Fotovoltaica (UNEF) a trasladar al ministro de Industria y Turismo, Jordi Hereu, ayuda para afrontar este problema, que afecta a exportaciones de bienes a EE UU por valor de 1.200 millones de euros al año, según cifras internas de la patronal a la que ha tenido acceso EL PAÍS.
El presidente francés, Emmanuel Macron, y el primer ministro británico, Keir Starmer, presiden hoy en París una reunión de la llamada coalición de Voluntarios en la que también estará el mandatario ucranio, Volodímir Zelenski. El grupo, de una treintena de países, principalmente europeos y entre los que se encuentra España, están dispuesto a apoyar al ejército ucranio, e incluso a desplegar soldados en su territorio una vez que se concluya un alto el fuego con el fin de disuadir a Rusia de cualquier nueva agresión.
Nunca se trató de él, sino de denunciar aquello que le hervía la sangre. Por eso Paul Laverty (Calcuta, 68 años) el guionista y cineasta que ha contribuido como nadie, a través de tres décadas de colaboración con el director Ken Loach, a mantener viva en el Reino Unido y en todo el mundo una conciencia de izquierda rebelde ante la injusticia, se resiste a centrar la conversación en su arresto policial por denunciar el genocidio en Gaza.
El verano de 2003 fue trágico en Europa. Una ola de calor extremo en la primera quincena de agosto causó entonces 70.000 muertes en el continente —6.500 de ellas en España— y dejó en evidencia la falta de preparación de los países para hacer frente al riesgo que las elevadas temperaturas suponen para la población. Transcurridos 22 años, algunas cosas han cambiado a mejor. Los gobiernos se han dotado de sistemas de monitorización, como el MoMo en España, que permiten estimar con mayor precisión los incrementos de mortalidad atribuibles al calor, lo que a su vez hace posible tomar medidas —alertas a la población, planes de prevención, coordinación de servicios...— para prevenirlos. Los datos del MoMo son en todo caso una estimación indirecta, que se suele quedar corta frente a estudios más minuciosos.
En el escándalo de los abusos sexuales cometidos durante décadas en el ámbito de la Iglesia católica española —y en cuyo conocimiento público ha sido fundamental la investigación realizada por EL PAÍS— el capítulo de reparación a las víctimas constituye, junto al esclarecimiento de los hechos y al castigo a los culpables, un pilar básico. Sin embargo, con los datos en la mano, resulta evidente que la jerarquía eclesial no está respondiendo como esperan los damnificados y la sociedad en su conjunto.
Sin ser yo religiosa ni nada de eso, todos los principios de curso observo, rigurosa, idéntica liturgia. Me echo por encima el vestido más suelto del verano porque los vaqueros del invierno no me pasan de las corvas. Me cuelgo mi bolso de paja más raído por la solanera porque, solo de verlos, los formales de cuero me agobian que me muero. Me calzo mis sandalias de dedo porque el calzado cerrado me da claustrofobia. Me calo las gafas blancas de las vacaciones porque ya habrá tiempo de verlo todo negro. Y, así pertrechada para la batalla, vuelvo a tirarme a la selva del asfalto y el trabajo como si septiembre y sus condenas fueran con otra y no conmigo. Sé que es inútil. Una pataleta. La insumisión tonta de mantener unos días la ilusión de ser dueña de tu tiempo. De poder improvisar planes sin tener que programarlos con la certeza, además, de que muchos acabarán cancelándose. De vivir, en fin, con la cabeza alta y sin la agenda colgada a plomo del cuello. Es cierto que el ambiente ayuda. Los días siguen siendo largos y las noches cálidas. Los rostros y los cuerpos aún conservan el lustre y el buen ánimo que solo da el descanso más allá de la baja por agotamiento del fin de semana. Persiste en el aire un no sé qué de que aún no se ha acabado del todo lo que fuera que se daba. No todavía.
Las llamas devoran bosques, cultivos y vidas. Los incendios no dejan solo ceniza, sino también impotencia ciudadana. Como tras la dana de Valencia, nadie dimite, nadie asume responsabilidad. El poder observa desde lejos, imperturbable, mientras el territorio se consume. Se habla de sequías históricas, olas de calor sin precedentes, falta de prevención…, pero las palabras se diluyen frente al desastre. Los gobiernos emiten comunicados y promesas vacías. La sociedad observa, hastiada, cómo se repiten los mismos patrones de negligencia. El fuego es un espejo: refleja la fragilidad del ecosistema y la incapacidad institucional. Nadie dimite, nadie explica cómo se llegó a este punto. España arde, y la ausencia de responsabilidad quema también la confianza en quienes nos gobiernan.
“La primera palabra que eliminaría del folclore del periodismo es la palabra ‘objetivo”, aseguraba el legendario fotógrafo Eugene Smith. “El fotoperiodista no puede tener más que un enfoque personal, y le resulta imposible ser completamente ‘objetivo’. Honesto, sí. Objetivo, no”. Con esta cita abría Jean-François Leroy, cofundador y director artístico, la última edición de Visa pour l’image, el principal certamen mundial consagrado al reporterismo en imágenes en un mundo sacudido por guerras, desastres climáticos, y divisiones sociales cada vez más marcadas.
María Pombo, una de las influencers de estilo de vida más populares de España, con más de tres millones de seguidores solo en Instagram, tenía una estantería vacía en casa. Hace un par de días empezó a decorarla, desembalando y colocando todo tipo de objetos en ella. En los comentarios, alguien dijo que la estantería era preciosísima, pero que si estuviera llena de libros leídos “lo sería mucho más”. Pombo, con cierto mosqueo, contestó diciendo que “hay que empezar a superar que hay gente a la que no le gusta leer, y encima no sois mejores porque os guste leer”. Después, matizaba que sí disfruta de obras sobre sus intereses concretos y enseñaba algunos tomos visuales sobre fotografía o decoración y varios cuentos de sus hijos. La reacción que ha provocado en las redes ha sido sorprendentemente visceral. En un vídeo posterior, respondía a la polémica (“he notado poca comprensión para lo mucho que leéis”) y enseñaba algunos volúmenes más de su mesilla de noche. No entraré demasiado en este insólito debate sobre la moralidad de la lectura porque estoy de acuerdo con ella: ni leer, ni hacer deporte ni tener un doctorado o tres millones de seguidores o mil millones en el banco te hacen mejor que otro ser humano. Me sorprende incluso la alegría con la que se ha planteado la idea de “ser mejor que alguien”. Para que yo me crea superior, el otro ha debido hacer algo muy grave, como asesinar a alguien indefenso o comprarse un Labubu.